sábado, 19 de abril de 2014

Empatía

"Ponerse en los zapatos del otro..."




Ponerse en los zapatos del otro, sin mirar cómo nos quedan puestos. 

Sentir la piel de los demás, dispuesto a que pueda surgir una sensación extraña. 

Entender por qué llora, aunque para nosotros sea una tontería. 
Estar con él en las buenas y en las  malas, sin esperar rédito alguno.

De estas cuestiones viene a dar cuenta la empatía,
 una de las herramientas esenciales para sostener vínculos saludables, 
promover la solidaridad y la buena convivencia. Saber empatizar parece 
ser la clave de la fortaleza social, de la cohesión auténtica.
 La astucia del líder saludable y positivo.

¿Cuán capaces somos de ponernos en la situación de los demás? 

¿Cuánto más allá de nuestros cristales podemos mirar? 
¿Podemos dejar de lado nuestros intereses para ocuparnos 
de las preocupaciones de quien nos pide atención?

Las respuestas nos permitirán ocupar un lugar determinado en este espacio 

común que compartimos. La empatía es algo parecido al espejo en el que
 nos reflejamos con los demás.

Cuando escribo busco la mejor manera de llegar a vos, intento descubrir cuál 

es el camino apropiado para comunicarnos de la mejor manera, pienso en
 cómo pueden impactar las palabras y las ideas que elijo, cuán responsable 
soy y disponible puedo llegar a estar a tu verdadero interés, sin perder mi estilo
 pero atento a tus gustos y necesidades. Esta sería una forma de empatía entre
 el autor y el lector, que no pueden estar frente a frente, 
salvo papel o pantalla mediante.

En otro plano, lo mismo ocurre cuando podemos sintonizar con la tristeza y 

el dolor de quien pierde a un ser querido; así como con la alegría o cualquier 
otro estado emocional que pueda llegar a despertar al común de los mortales,
 más allá de nuestras diferencias, de quien sea, de dónde viva, de lo que crea 
y demás.

Ahora, la experiencia se hace más próxima y profunda cuando compartimos un 

mismo país, una ciudad, un pueblo, un trabajo, un hogar, un mismo cuarto. 
¿Cuánto podemos ver de nuestro hermano, nuestro amigo, nuestro vecino,
 nuestra pareja, nuestros hijos? ¿Cuán capaces somos, unos y otros, de
 ponernos en su cabeza y en su cuerpo? ¿Cuánto podemos ver o escuchar
 sin prejuicios ni valoraciones? ¿Cuánto nos habilitamos para bajar las defensas, 
limar intereses y deseos personales para entender qué le pasa o 
qué está buscando?

Muchas veces logramos empatizar con las emociones universales porque 

la distancia parece no amenazar nuestro posible mundo interior egoísta 
o inseguro. Pero, ¿cuán sensibles, sinceros y empáticos podemos llegar 
a ser en nuestro entorno más cercano, íntimo o del que somos parte
 responsable?
Los expertos certifican que la empatía está presente en mecanismos neuronales

 básicos desarrollados. ¿Cuánto habremos evolucionado 
en tal sentido? Si bien es genética y constitucional, la empatía es contagiosa.

¿Cuán dispuestos estamos hoy a dejar de mirarnos el ombligo? 

¿Cuán dispuestos estamos a dejar de mirar sólo lo que queremos mirar?

Eduardo Chaktoura
Revista La Nación

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