lunes, 19 de mayo de 2014

"El hombre y la mujer son complementarios..." Osho





Ha habido hombres y ha habido mujeres,
pero no ha habido seres humanos.
El hombre solo no será capaz de llegar muy lejos.
La mujer sola simplemente será un estan­que de energía
sin posibilidad alguna de movi­miento dinámico.
Cuando ambos están juntos son complementarios.
Ninguno está por encima del otro.
Los complementarios jamás están arriba o abajo, son iguales.
Juntos conforman un todo,
y juntos pueden crear una santidad
que no resulta posible para ninguno por separado.

El hombre y la mujer, juntos,
moviéndose de manera positiva, son un todo.
Y la verdadera pa­reja -y hay muy, pocas parejas verdaderas-
es una en la que cada uno se ha unido con el otro
de una forma positiva.

Si ambas partes son conscientes del hecho
de que se trata del encuentro de opuestos,
de que no hay necesidad de convertirlo en un conflicto,
en­tonces es una gran oportunidad para comprender
y asimilar el punto de vista totalmente opuesto.

De esa manera, la vida de un hombre y de una mujer,
juntos, puede convertirse en una hermosa armonía.
El enfoque femenino y el enfoque mas­culino son tan distintos
que a menos que se lleve a cabo un esfuerzo consciente,
a menos que se convierta en vuestra meditación,
no existe espe­ranza de disfrutar de una vida apacible.

Siempre que dos personas se encuentran, se crea un mundo nuevo.
Su simple reunión le da vi­da a un nuevo fenómeno,
que antes no existía, que nunca había existido.

Y a través de ese nuevo fenómeno ambas “personas”
son modificadas y transformadas.
Vosotros creáis la relación,
pero dicha relación también os crea a vosotros.

Si nuestras relaciones con las personas
con­tienen la gran comprensión
de que al otro habría que concederle
una libertad total para que pueda seguir siendo lo que es,
quizá con cada momento se pueda revelar más y más belleza.
Haced que el amor de la gente sea libre,
haced que la gente no sea posesiva.
Pero esto solo puede suceder si en vuestra meditación
descubrís vuestro ser.

La intimidad con una mujer o con un hombre
es mejor que tener muchas relaciones superficia­les.
El amor no es una flor de temporada,
requie­re años para crecer.
Y solo cuando crece va más allá de la biología
y empieza a tener algo de lo espiritual en su naturaleza.

Una relación de uno a uno,
sostenida para que po­dáis comprenderos de manera más personal,
aporta un beneficio tremendo.

Continuad buscándoos, encontrando maneras nuevas de amaros,
de estar juntos.

Cada persona es un misterio infinito, inagotable, insondable,
de modo que no es posible que alguna vez podáis decir:
“La he conocido”, o: “Lo he conocido”.

Como mucho, podréis decir:
“He intentado todo lo que he podido;
pero el misterio sigue siendo un misterio”.

De hecho, cuanto más conocéis,
más misteriosa se vuelve la otra persona.
Entonces el amor es una aventura constante.

En un mundo mejor, con personas más medi­tativas,
con un poco más de iluminación en la Tie­rra,
la gente amaría, amaría inmensamente,
pero su amor seguiría siendo una unión, no una relación,
y no digo que ese amor llegará a ser únicamente momentáneo.

Existen todas las posibilidades de que ese amor
sea más profundo que el vuestro,
que posea una cualidad más elevada de intimidad,
que tenga más poesía y más de Dios en él.

Y existe to­da la posibilidad de que ese amor
dure más de lo que vuestra así llamada relación
pueda llegar a du­rar jamás.
Pero no lo garantizaría la ley,
ni los tri­bunales ni la policía.
La garantía sería interior.
Sería un compro­miso desde el corazón,
una comunión silenciosa.

OSHO




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