martes, 10 de febrero de 2015

La Voluntad



Marañón, en sus Ensayos liberales, decía que el modo más
humano de la conducta juvenil es la inadaptación y a eso se le
llama rebeldía. Cuando la voluntad está educada, el hombre de
cualquier edad se vuelve joven, lozano y con mucho heroísmo en
su comportamiento. Es la aspiración de llegar a ser un hombre
superior.

La voluntad es el cauce por donde se afirman los objetivos, los
propósitos y las mejores esperanzas, y sus dos ingredientes más
importantes para ponerla en marcha son la motivación y la ilusión.
La primera arrastra con su fuerza hacia el porvenir; la segunda es
la alegría de llevar los argumentos de la existencia hasta el final.

Entre la motivación y la ilusión radica la razón de proponerse
mejorar en cuestiones pequeñas: es decir, hago lo que debo,
aunque me cueste, aunque no lo entienda en ese momento.

Debemos aprender a desatender esas voces interiores que nos
quieren llevar sólo a lo que nos apetece o nos gusta, o hacia lo que
nos pide el cuerpo, alejándonos del trayecto adecuado.
Toda educación de la voluntad tiene un fondo ascético, por eso
está estructurada a base de esfuerzos no muy grandes, pero
tenaces y pacientes, que se van sumando un día tras otro.

 No sólo se consigue tener voluntad superando los problemas
momentáneos, sino que la clave está en la constancia, en no
abandonarse.
 Primero dar un primer paso y luego otro, y más
tarde hacer un esfuerzo suplementario. De ahí surgen y allí es
donde se forjan los hombres de una pieza; los que saben saltar por
encima del cansancio, la dificultad, la frustración, la desgana y los
mil y un avatares que la vida trae consigo.

El que lucha está siempre alegre, porque ha aprendido a
dominarse, por eso se mantiene joven. Todo lo que es válido cuesta
lograrlo. Pero merece la pena vencer la resistencia y perder el
miedo al esfuerzo. Hay que aprender a subir poco a poco, aunque
sean unos metros y no nos encontremos en las mejores
condiciones.

La voluntad recia, consistente y pétrea es la clave del éxito de
muchas vidas y uno de los mejores adornos de la personalidad;
hace al hombre valioso y lo transporta al mundo donde los sueños
se hacen realidad.

Enrique Rojas

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