miércoles, 4 de noviembre de 2015

"El Estudio de China" , La verdad sobre la Alimentación y la Salud... por El Dr. Colin Campbell..

Quien no conoce los alimentos, ¿cómo puede comprender las enfermedades de los hombres?
HIPÓCRATES, padre de la medicina (460–357 a. de C.)
Dr. Colin Campbell Profesor Emérito de Bioquímica Nutricional de la Universidad de Cornel. Autor de un libro que merece leerse: "El Estudio de China"

El Dr. Colin Campbell Científico y Nutricionista de gran prestigio en Estados Unidos, cuyos descubrimientos han sido determinantes para entender que ocurre cuando una dieta está saturada de proteínas animales... Estudió en gran profundidad la Caseína que se encuentra en un alto porcentaje en la leche de vaca... después de 20 años de investigación descubrieron que es uno de los principales promotores del cáncer que se conocen... además de la proteína en general de orígen animal... El estudio del equipo de Campbell ha reparado que en China el riesgo de padecer cáncer es muy inferior al de Occidente, la razón es porque la ingesta de proteína animal allí y el consumo de lácteos es bajo.... Él explica sus fundamentos..



Extractos del libro: (Parte 1)

Sin embargo, el cáncer es solamente una parte del panorama de enfermedad y mortalidad en Estados Unidos. Por todos lados comprobamos que existe un modelo global de mala salud. Por ejemplo, nos estamos convirtiendo rápidamente en las personas más obesas de la Tierra. Los estadounidenses con sobrepeso superan de un modo significativo a los que mantienen un peso saludable. Como se indica en el Gráfico 1.2, nuestros índices de obesidad se han disparado durante las últimas décadas.2

De acuerdo con el Centro Nacional de Estadísticas sobre la Salud, ¡casi un tercio de los adultos de veinte años en adelante de este país son obesos!3 Se considera que una persona es obesa cuando pesa un tercio más de lo que corresponde a un peso saludable. Una tendencia igualmente alarmante se está manifestando en niños pequeños de hasta dos años de edad.

Pero el cáncer y la obesidad no son las únicas epidemias que arrojan una gran sombra sobre la salud norteamericana. La diabetes también ha aumentado en proporciones sin precedentes. Hoy en día, uno de cada trece norteamericanos padece diabetes, y esta proporción está en alza. Si hacemos caso omiso de la importancia de la dieta, millones de ciudadanos desarrollarán la diabetes sin saberlo y sufrirán sus consecuencias, entre ellas ceguera, amputación de extremidades, enfermedades cardiovasculares y renales, y muertes prematuras. A pesar de ello, en casi todas las ciudades hay ahora restaurantes de comida rápida que sirven alimentos sin ningún valor nutricional. Comemos más que nunca4 y la rapidez se ha impuesto a la calidad. Pasamos más tiempo mirando televisión, entreteniéndonos con videojuegos y usando el ordenador y, en consecuencia, realizamos menos actividad física

Tanto la diabetes como la obesidad son meros síntomas de una mala salud general. Raramente existen aisladas de otras dolencias y a menudo predicen problemas de salud más serios y profundos, como puede ser una enfermedad cardíaca, algún tipo de cáncer o un derrame cerebral. Dos de las estadísticas más preocupantes revelan que en menos de diez años la diabetes ha aumentado en un 70% entre las personas de treinta años. El porcentaje de obesos prácticamente se ha duplicado en los últimos treinta años. Un incremento tan rápido de estas enfermedades, que representan una “señal” entre la población de estadounidenses jóvenes y de mediana edad, anuncia una catástrofe sanitaria para las próximas décadas. Puede convertirse en una carga intolerable para un sistema sanitario que ya está soportando innumerables presiones.

Pero el asesino más extendido en nuestra cultura no es ni la obesidad, ni la

diabetes, ni el cáncer, sino las enfermedades cardiovasculares, que matan a uno de cada tres estadounidenses. Conforme a la Asociación Americana del Corazón, más de 60 millones de estadounidenses sufren actualmente alguna forma de enfermedad cardiovascular, incluyendo tensión alta, derrames cerebrales y enfermedades cardíacas.8 No cabe ninguna duda de que, igual que yo, conoces a alguien que ha muerto por un ataque al corazón. Pero desde que mi propio padre falleciera por esa misma causa hace más de treinta años, se ha hecho pública una gran cantidad de información que ha permitido comprender dicha enfermedad. Los descubrimientos recientes más importantes afirman que la enfermedad cardíaca se puede prevenir e incluso revertir mediante una dieta sana.9,10 Las personas que ni siquiera pueden realizar la actividad física más básica debido a una grave angina de pecho pueden iniciar una nueva vida simplemente modificando su dieta. Teniendo en cuenta esta revolucionaria información, podríamos vencer colectivamente a la enfermedad más peligrosa de este país.

Si se comprendiera mejor el concepto de la nutrición y la comunidad médica aceptara la prevención y los tratamientos naturales, no estaríamos llenando nuestro cuerpo de semejante cantidad de medicinas tóxicas y potencialmente letales en la última fase de la enfermedad. No buscaríamos frenéticamente un nuevo medicamento que, en general, alivia los síntomas pero no suele tener ningún efecto sobre las causas fundamentales de nuestras dolencias. Tampoco estaríamos gastando nuestro dinero para desarrollar, patentar y comercializar fármacos tenidos por “recetas mágicas” que con frecuencia causan otros problemas de salud. El sistema actual no ha cumplido su promesa. Es hora de cambiar nuestra forma de pensar por una perspectiva más amplia sobre la salud que incluya conocer cuál es la nutrición adecuada y adoptarla como forma de vida.
Cuando miro hacia atrás y compruebo todo lo que he aprendido, me asombran las circunstancias que rodean la muerte de los norteamericanos, a menudo innecesariamente temprana, dolorosa y cara.

UNA TUMBA MUY CARA





TRABAJANDO PARA REDUCIR LA CONFUSIÓN

Los ciudadanos necesitan conocer la verdad. Deben saber lo que hemos descubierto en nuestras investigaciones. Tienen que conocer el motivo por el cual muchos de nosotros estamos enfermos y morimos tempranamente a pesar de los miles de millones de dólares invertidos en investigación. La ironía es que la solución es sencilla y económica. La respuesta para la crisis de la salud norteamericana reside en los alimentos que cada uno de nosotros elige comer cada día. Así de simple.

Aunque muchos de nosotros creemos estar bien informados sobre la nutrición, en verdad no lo estamos. Tendemos a hacer una dieta de moda tras otra. Desdeñamos las grasas saturadas, la mantequilla o los carbohidratos pero luego tomamos vitamina E, suplementos de calcio, aspirinas o zinc y concentramos nuestra energía y esfuerzo en consumir componentes alimenticios extremadamente específicos, como si con ello pudiéramos desentrañar los secretos de la salud. Con frecuencia, la fantasía supera la realidad. Acaso recuerdes la moda de la dieta a base de proteínas que imperó en el país en los últimos años de la década de los setenta. Dicha dieta prometía una rápida pérdida de peso si sustituías los alimentos reales por un batido de proteínas. En muy poco tiempo, alrededor de sesenta mujeres murieron a causa de esas recomendaciones.

Más recientemente, millones de personas se aficionaron a las dietas altas en proteínas y en grasas, basadas en libros como Dr. Atkins’ New Diet Revolution (La nueva revolución dietética del doctor Atkins), Protein Power (El poder de la proteína) y The South Beach Diet (La dieta South Beach). Sin embargo, cada vez existen más pruebas de que estas dietas modernas basadas en proteínas implican una gran variedad de trastornos de salud muy peligrosos. Todo aquello que ignoramos –o que no comprendemos– de la nutrición puede ser muy pernicioso.
He luchado contra esta confusión del público durante más de dos décadas. En 1988, el Comité de Asuntos Gubernamentales del Senado de Estados Unidos, presidido por el senador John Glenn, me invitó a exponer mi opinión sobre los motivos por los que el público norteamericano se halla tan confundido respecto a la dieta y la nutrición. Después de analizar el tema, tanto antes como después de haber ofrecido mi testimonio, puedo afirmar rotundamente que una de las mayores fuentes de confusión es la siguiente:

es bastante habitual que los científicos nos centremos en los detalles, ignorando el contexto. Por ejemplo, concentramos nuestros esfuerzos y esperanzas en un solo nutriente a la vez, sea la vitamina A para prevenir el cáncer o la vitamina D para evitar los ataques cardíacos. Tendemos a simplificar en exceso, sin considerar la enorme complejidad de la naturaleza.

A menudo, el hecho de investigar ciertas partes bioquímicas ínfimas de los alimentos y el deseo de llegar a amplias conclusiones sobre la dieta y la salud conducen a resultados contradictorios, cuya consecuencia es un público cada vez más confundido.

UN TIPO DIFERENTE DE RECETA


La mayoría de los autores de varios best-sellers sobre el tema de la “nutrición” afirman ser investigadores, pero no estoy demasiado seguro de que su “investigación” implique una experimentación desarrollada a un nivel profesional. Es decir, no han diseñado ni dirigido estudios supervisados posteriormente por colegas, compañeros o amigos; han presentado muy pocos artículos, o ninguno, en publicaciones científicas revisadas por otros científicos; carecen de formación oficial en la ciencia de la nutrición; no pertenecen a ninguna sociedad de investigación profesional y tampoco han participado en la revisión de trabajos realizados por otros investigadores. No obstante, a menudo ponen en marcha proyectos muy lucrativos y lanzan al mercado productos que llenan sus bolsillos, al tiempo que dejan al lector a merced de otra de esas dietas de moda inútiles y de corta vida.

Quiero ofrecerte una visión más beneficiosa y profunda de la salud. Tengo una receta muy sencilla para conseguir una salud óptima, fácil de aplicar y que ofrece más beneficios que ningún medicamento o cirugía y, además, carece de efectos secundarios. Esta receta no es una mera dieta planificada; no requiere gráficos diarios ni cómputos de calorías y, por otra parte, no la recomiendo porque sirva a
mis propios intereses económicos. Pero lo más importante es que se basa en evidencias científicas sorprendentes. Para conseguir un estado de salud óptimo, debes cambiar tu forma de alimentarte y de vivir.

Entonces, ¿cuál es mi receta para gozar de buena salud? En pocas palabras, consiste en los múltiples beneficios derivados de consumir alimentos de origen vegetal y en los peligros, mayoritariamente ignorados, que implica el consumo de alimentos de origen animal, entre los cuales se encuentran todos los tipos de carne, los productos lácteos y los huevos.

Para demostrar que merece la pena llevar una dieta vegetariana, no me basé en ideas preconcebidas, filosóficas o cualquier otra clase de ideas. Al contrario, comencé en el extremo opuesto del espectro: como un individuo criado en una granja lechera al que le encantaba comer carne, en mi vida personal, y como un científico que trabajaba para instituciones oficiales en mi vida profesional. Y cuando enseñaba bioquímica nutricional a alumnos que aspiraban a ser médicos, solía lamentarme de las opiniones de los vegetarianos.

Mi único interés actual es explicar de la forma más clara posible las bases científicas de mis afirmaciones. Modificar los hábitos alimentarios sólo es posible cuando las personas creen en la evidencia y experimentan los beneficios. La gente elige lo que come por un sinnúmero de razones; las consideraciones sobre la salud son sólo una de ellas. Mi única tarea es presentar las pruebas científicas de un modo que sea fácil de entender. El resto te corresponde a ti.







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