miércoles, 4 de noviembre de 2015

Dr. T. Colin Campbell : "Usted necesita saber la verdad acerca de los alimentos y por qué comer de la manera correcta puede salvar su vida."

T. Colin Campbell
Co-autor del Estudio de China

Profesor Emérito de Bioquímica Nutricional en la Universidad de Cornell







En 1985, mientras disfrutaba de un año sabático en Oxford, Inglaterra, tuve la oportunidad de estudiar la historia de la relación entre la dieta y la enfermedad en algunas de las bibliotecas médicas más importantes del mundo occidental. Acudí a la famosa biblioteca Bodlean, de Oxford, y a las bibliotecas londinenses del Colegio Real de Cirujanos y del Fondo Imperial para la Investigación del Cáncer. En los rincones silenciosos de estos santuarios revestidos en mármol, me emocionó encontrar autores que hace más de ciento cincuenta años habían escrito tan elocuentemente sobre la vinculación entre la alimentación y el cáncer, entre otras dolencias.

Uno de dichos autores era George Macilwain, que escribió catorce libros sobre medicina y salud. Macilwain nació y creció en Irlanda del Norte. Más tarde se trasladó a Londres, donde se convirtió en un prominente cirujano a comienzos del siglo XIX. Posteriormente sería miembro, y luego socio honorario, del Colegio Real de Cirujanos. A la edad de cuarenta años decidió adoptar una dieta vegetariana después de descubrir que “la grasa, los aceites y el alcohol” eran las principales causas del cáncer. (1) Macilwainpopularizó también la teoría de la “naturaleza constitucional de la enfermedad”, referida en particular a los orígenes y el tratamiento del cáncer.


El concepto de naturaleza constitucional de la enfermedad defendía que esta no es el resultado del deterioro de un órgano, de una célula ni de una reacción, así como tampoco la consecuencia de una causa externa que actúa de forma independiente. La enfermedad se produce por el deterioro de múltiples sistemas orgánicos. La teoría local de la enfermedad, que afirmaba que el individuo enferma cuando un único agente externo actúa en un lugar específico del cuerpo, se oponía a ese punto de vista. En aquella época se produjo una lucha encarnizada entre aquellos que creían en la dieta y los que apoyaban la cirugía y el uso cada vez mayor de los fármacos. Los defensores de la “enfermedad local” sostenían que la causa de la enfermedad era local y que, por lo tanto, se podía eliminar o tratar localmente con sustancias químicas aisladas. En contraste, aquellos que estaban a favor de la dieta y el estilo de vida defendían que la enfermedad era un síntoma derivado de las características “constitucionales” de todo el cuerpo.

Me impresionó comprobar que esos antiguos libros contenían las mismas ideas sobre la dieta y la enfermedad que habían resurgido en las batallas por la salud de los años ochenta. A medida que conocía más profundamente la obra de Macilwain, me percaté de que él era uno de mis antepasados. El apellido de soltera de mi abuela paterna era Macilwain, y esa rama de la familia había vivido en la misma región de Irlanda del Norte de donde procedía George Macilwain. Además, había historias familiares que relataban que un famoso Macilwain había abandonado la granja familiar en Irlanda para convertirse en un reconocido médico en Londres a comienzos del siglo XIX. Recordé que cuando era niño, mi padre, que había emigrado de Irlanda del Norte, hablaba del tío George, pero nunca había tomado conciencia de quién era ese hombre en realidad. A través de una investigación genealógica posterior, llegué a la conclusión prácticamente segura de queGeorge Macilwain era mi tío tatarabuelo.

Este descubrimiento ha sido una de las historias más asombrosas de toda mi vida.  Los dos tuvimos carreras similares; ambos nos dimos cuenta de la importancia que tiene la dieta para las enfermedades y también decidimos ser vegetarianos. Algunas de sus ideas, escritas hace más de ciento cincuenta años, eran tan parecidas a las mías que tuve la sensación de que podrían haber salido de mi propia boca.


Mis lecturas en esas augustas bibliotecas cargadas de historia me revelaron muchas más cosas que mi propia historia familiar. Me enteré de que los académicos han estado debatiendo sobre la naturaleza de la salud durante cientos e incluso miles de años. Hace casi dos mil quinientos años, Platón escribió un diálogo entre dos personas, Sócrates y Glauco, que discuten el futuro de sus ciudades. Sócrates afirma que las ciudades deben ser simples y que los ciudadanos han de subsistir a base de cebada y trigo, acompañados de “sabores” de aceite, aceitunas, queso y “comidas campesinas a base de cebollas y col hervidas”, y de postre “higos, habas y guisantes”, bayas de mirto y hayucos, y vino con moderación.(2) Sócrates afirma: “Y, con toda probabilidad, pasando sus días en calma y gozando de buena salud, los ciudadanos vivirán hasta una edad avanzada”.


Pero Glauco responde que una dieta semejante solo sería apropiada para “una comunidad de cerdos”, y que los ciudadanos deben vivir “de una forma civilizada”. Y continúa: “Deben reclinarse en sus asientos y disfrutar de los platos y postres habituales de una cena moderna”. En otras palabras, los ciudadanos deben gozar del “lujo” de comer carne. Sócrates replica: “Si lo que deseas es que contemplemos una ciudad que sufre de inflamación [. . .] También necesitaríamos grandes cantidades de todo tipo de ganado para todos aquellos a quienes les apeteciera alimentarse de ellos, ¿no es así?”.



Glauco responde: “Por supuesto que sí”. Entonces, Sócrates añade: “¿Y no crees que con la dieta que tú propones tendríamos mayor necesidad de visitar al médico que con la que yo mencionaba?”. Glauco no puede negarlo: “Sí, así es, en efecto”. Sócrates continúa diciendo que en esa ciudad de lujos escasearía la tierra, porque se necesitarían muchas más hectáreas para criar a los animales necesarios para alimentar a todos los ciudadanos. Esa escasez provocaría que se robaran las tierras entre sí, lo cual podría precipitar conatos de violencia e incluso una guerra y, en consecuencia, la necesidad de hacer justicia. Más aún, escribe Sócrates: “¿No es cierto que cuando la dejadez y las enfermedades abundan en una ciudad, los tribunales y consultas médicas trabajan más que nunca, y que a medida que montones de personas, incluso de buena cuna, se dedican ávidamente a ejercer estas profesiones, la ley y la medicina empiezan a mantener la cabeza bien alta? En otras palabras, en esta lujosa ciudad de dolencias y enfermedades, los abogados y los médicos serán la norma”.(2)

En este pasaje, Platón deja las cosas muy claras: comeremos animales solamente por nuestra cuenta y riesgo. Es realmente admirable que uno de los mayores intelectuales de la historia del mundo occidental condenara el consumo de carne hace casi dos mil quinientos años, pero lo es todavía más que tan pocas personas conozcan esta historia. Casi nadie sabe, por ejemplo, que Hipócrates, el padre de la medicina occidental, defendió la alimentación como el medio principal para prevenir y tratar las enfermedades, ni tampoco que George Macilwain conocía esta verdad ni, por último, que el hombre clave en la fundación de la Sociedad Americana del Cáncer, Frederick Hoffman, también lo sabía.

¿Cómo pudo Platón predecir el futuro con tanta precisión? Él era consciente de queconsumir alimentos de origen animal no conducía a la salud ni a la prosperidad verdaderas. Por el contrario, creía que ese lujo falso basado en la posibilidad de consumir animales solo daba lugar a una cultura de enfermedad, de disputas por las tierras, de abogados y médicos. ¡Esta es una descripción excelente de algunos de los desafíos que afronta nuestro país en la actualidad!


¿Cómo pudo Séneca, uno de los grandes eruditos de hace dos mil años, tutor y consejero del emperador romano Nerón, saber con tanta certeza cuál era el problema de consumir animales? El gran filósofo escribió: (2)


Un buey satisface su hambre pastando en una superficie de alrededor de media hectárea; un bosque es suficiente para varios elefantes. El hombre, sin embargo, solo puede autoabastecerse mediante el pillaje de la tierra y del mar. ¡Caramba! ¿Acaso la naturaleza nos ha dado un estómago tan insaciable y, al mismo tiempo, un cuerpo tan insignificante? [. . .] Los esclavos de la barriga (como dice Salustio) se deben contar entre los animales inferiores, pero no entre los hombres. Mejor dicho, no entre los hombres, sino más bien entre los muertos [. . .] Podrías escribir en la puerta de sus casas: “Estos tienen una muerte anticipada”.


¿Cómo pudo George Macilwain predecir el futuro cuando afirmó que la teoría local de la enfermedad no conduciría a la salud? Incluso hoy en día, no tenemos medicinas ni procedimientos que prevengan, eliminen y traten de forma eficaz las causas de ninguna de las enfermedades crónicas. Los tratamientos y métodos de prevención más promisorios han demostrado ser la dieta y los cambios en el estilo de vida, un enfoque constitucional para la salud.


¿Cómo hemos podido olvidar estas lecciones que ya se conocían en el pasado? ¿Cómo hemos llegado a preocuparnos por que los vegetarianos quizá no ingieran suficientes proteínas cuando en el pasado sabíamos que los mejores atletas de los antiguos juegos olímpicos griegos debían consumir una dieta vegetariana? ¿Cómo hemos llegado a una situación en la cual los encargados de curar a la sociedad, nuestros médicos, saben muy poco sobre nutrición (si es que saben algo), nuestras instituciones médicas denigran al individuo y la tercera causa principal de mortalidad en Estados Unidos es el uso de fármacos y la hospitalización? ¿Cómo hemos llegado a una situación en la cual defender una dieta vegetariana puede acabar con la carrera profesional de una persona, donde los científicos gastan más tiempo intentando dominar la naturaleza que respetándola? ¿Cómo hemos llegado a una situación en la que las empresas que se benefician de nuestras enfermedades son las mismas que nos dan consejos para estar sanos y las compañías cuyos ingresos se basan en los alimentos que elegimos son las que nos indican qué debemos comer; una situación en la que el gobierno gasta el dinero público, que tanto cuesta ganar, en fomentar los ingresos de la industria farmacéutica y en la que impera la desconfianza en las políticas gubernamentales sobre alimentación, medicinas y salud? ¿Cómo hemos llegado a una situación en la cual los ciudadanos están tan confundidos respecto de lo que es sano y lo que no lo es que ya ni se ocupan de ello?


 La población de nuestro país, que asciende a casi 300 millones de personas,(3) está enferma.


• En torno al 82% de los estadounidenses adultos tienen un factor de riesgo para las enfermedades cardíacas.(4)

• El 81% de los estadounidenses tomará, como mínimo, un medicamento durante una semana determinada.(5)

• El 50% de los estadounidenses toma, al menos, un fármaco recetado por el médico durante una semana determinada.(6)

• El 65% de los estadounidenses adultos tiene sobrepeso.

• El 31% de los estadounidenses adultos es obeso.

• Prácticamente uno de cada tres jóvenes estadounidenses, con edades entre seis y diecinueve años, ya tiene sobrepeso o corre el riesgo de tenerlo.

• Alrededor de 105 millones de estadounidenses adultos presentan unos niveles de colesterol en sangre que suponen un alto riesgo (7) (definido como 200 mg/dl o superior; un nivel sano de colesterol para el corazón es inferior a 150 mg/dl).

• Alrededor de 50 millones de estadounidenses tienen tensión sanguínea alta.(8)

• Más de 63 millones de estadounidenses adultos padecen de dolores en la parte inferior de la espalda (que están considerablemente relacionados con la circulación y el exceso de peso corporal, asociados directamente a la dieta y agravados por la falta de actividad física) durante un periodo determinado de 3 meses.(9

• Más de 33 millones de estadounidenses adultos sufren migrañas o fuertes jaquecas durante un periodo de tres meses.(9)

• Un total de 23 millones de estadounidenses sufrieron problemas cardíacos en 2001.(9)

• Al menos 16 millones de estadounidenses son diabéticos.

• Más de 700.000 estadounidenses murieron debido a enfermedades cardíacas en 2000.

• Más de 550.000 estadounidenses fallecieron de cáncer en 2000.

• Más de 280.000 estadounidenses fallecieron por enfermedades cerebrovasculares (derrame cerebral), diabetes o Alzheimer en 2000

Los norteamericanos corremos el gran riesgo de ignorar las advertencias de Platón y los demás. Y, utilizando las palabras de Séneca, nuestro país “ha anticipado su muerte”. La inanición, las condiciones de insalubridad y las enfermedades contagiosas, todas ellas símbolos de empobrecimiento, se han reducido considerablemente en el mundo occidental. Lo que tenemos ahora es un serio problema con los excesos, y sin embargo, algunos de los países llamados emergentes compiten por llegar al mismo nivel de los occidentales. Hasta ahora nunca se habían visto porcentajes tan grandes de individuos que mueren debido a enfermedades vinculadas con la “prosperidad económica”. ¿Es esta la prosperidad que predijo Sócrates hace dos mil quinientos años, una sociedad llena de médicos y abogados luchando por resolver los problemas causados por personas que viven lujosamente y comen carne de ganado? Nunca antes se habían registrado índices tan altos de obesidad y diabetes. Nunca antes las presiones financieras de la asistencia sanitaria habían afectado a todos los sectores de nuestra sociedad: las empresas, la educación, el gobierno e incluso las familias con una cobertura de seguro médico insuficiente. Si tenemos que decidir entre el seguro médico para nuestros maestros y los libros de texto de nuestros hijos, ¿qué elegiríamos?
Nunca antes habíamos afectado tanto al medio ambiente natural, hasta el punto de perder la capa superior del suelo, los enormes acuíferos norteamericanos y nuestra selva tropical.(10) Estamos cambiando nuestro clima tan rápidamente que muchos de los científicos más informados del mundo temen el futuro que se avecina. Nunca habíamos eliminado tantas plantas y animales de la faz de la Tierra como lo estamos haciendo ahora. Nunca habíamos introducido variedades de plantas modificadas genéticamente a tan gran escala, sin saber cuáles serán las repercusiones. Todos estos cambios en nuestro medio ambiente están influenciados por los alimentos que decidimos consumir.(11)

Los problemas creados por los excesos nutricionales empiezan a ser exponencialmente más urgentes cada año que pasa, mientras miles de millones de personas que viven en el mundo en desarrollo acumulan cada vez más poder y adoptan la dieta y el estilo de vida occidental. En 1997, el director general de la Organización Mundial de la Salud, el doctorHiroshi Nakajima, se refirió a la enorme carga futura que supondrán las enfermedades crónicas en los países en desarrollo como “una crisis de sufrimiento a escala global”.(12)

Hemos estado moviéndonos a tientas durante los últimos dos mil quinientos años y hemos creado el monstruo insostenible que ahora llamamos sociedad moderna. Pero no dispondremos de otros dos mil quinientos años para recordar las enseñanzas de Platón, Pitágoras, Séneca y Macilwain; ni siquiera tendremos doscientos cincuenta años. Esta situación de emergencia representa una gran oportunidad y es, precisamente, lo que me da mucha esperanza. La gente está empezando a percibir la necesidad de un cambio y a cuestionar algunos de los supuestos más básicos sobre la comida y la salud. Se está comenzando a entender las conclusiones de la literatura científica y mejorando la calidad de vida.

Nunca antes se habían producido tantas investigaciones empíricas en apoyo de una dieta vegetariana y de alimentos integrales. Actualmente, por ejemplo, podemos obtener imágenes de las arterias del corazón y luego demostrar de forma concluyente que la dieta mencionada tiene la capacidad de revertir las enfermedades cardiovasculares, tal como lo han hecho los doctores Dean Ornish y Caldwell Esselstyn júnior.(13) Tenemos ahora el conocimiento necesario para comprender cómo funciona en realidad todo esto. Las proteínas animales aumentan los niveles de colesterol en la sangre de los animales empleados en los experimentos y de las personas más aún que las grasas saturadas y que el colesterol ingeridos a través de la dieta. Las comparaciones internacionales entre países revelan que, en las poblaciones que subsisten a base de dietas vegetarianastradicionales, se registran menos enfermedades cardiovasculares. Y los estudios que han investigado a los individuos de una misma población demuestran que los que consumen alimentos vegetarianos y productos integrales presentan menores niveles de colesterol y también padecen menos del corazón. Disponemos ahora de una gama amplia y profunda de evidencias que nos demuestra que la dieta vegetariana y de alimentos integrales es lo mejor para el corazón.

Nunca antes habíamos comprendido tan profundamente que la dieta afecta a los procesos cancerosos, no solo en el ámbito celular, sino también en el de la población. Los datos publicados revelan que las proteínas animales fomentan el desarrollo de tumores. Estas proteínas aumentan los niveles de una hormona, llamada IGF-1, que es un factor de riesgo para el cáncer, y las dietas ricas en caseína (la proteína principal de la leche de vaca) permiten que un mayor número de sustancias carcinógenas se introduzcan en las células, lo cual favorece que productos carcinógenos aún más peligrosos se liguen al ADN, produciendo más reacciones mutagénicas que forman células cancerosas que, a su vez, favorecen un crecimiento más rápido de los tumores después de su formación. Los datos demuestran que una dieta basada en alimentos de origen animal aumenta la producción de hormonas reproductoras en las mujeres durante toda la vida, lo cual puede dar lugar a un cáncer de mama. Disponemos ahora de una gama amplia y profunda de evidencias que nos demuestra que la dieta vegetariana y de alimentos integrales es lo mejor para el cáncer.

Nunca antes habíamos contado con una tecnología que permite medir los biomarcadores asociados a la diabetes, ni con las evidencias necesarias para afirmar que la dieta vegetariana y de alimentos integrales es mucho más adecuada para reducir los niveles de azúcar, de colesterol y de insulina en sangre que ningún otro tratamiento. Los estudios intervencionistas muestran que cuando la diabetes de tipo 2 se trata mediante esta dieta, es posible revertir la enfermedad y los pacientes pueden prescindir de su medicación. Una enorme cantidad de estudios internacionales demuestra que la diabetes de tipo 1, una grave enfermedad autoinmune, está relacionada con el consumo de leche de vaca y con un destete prematuro. Sabemos ahora que nuestro sistema autoinmune puede atacar a nuestro propio cuerpo mediante un proceso de mimetismo molecular, inducido por las proteínas animales, que se abren camino hacia nuestro flujo sanguíneo. También tenemos evidencias muy tentadoras que vinculan la esclerosis múltiple al consumo de productos de origen animal, en particular los lácteos. Los estudios de intervención dietética han demostrado que la dieta puede ayudar a demorar y quizá, incluso a detener el progreso de la esclerosis múltiple. Disponemos ahora de una gama amplia y profunda de evidencias que nos demuestra que la dieta vegetariana y de alimentos integrales es lo mejor para las enfermedades autoinmunes.

Nunca antes habíamos tenido una gama tan amplia de evidencias que probaran que las dietas caracterizadas por una cantidad excesiva de proteínas animales pueden destruir nuestros riñones. Los cálculos renales se producen porque el consumo de proteínas animales crea cantidades excesivas de calcio y oxalato en estos órganos. Sabemos ahora que las cataratas y la degeneración macular asociada a la edad se pueden prevenir mediante alimentos que contengan grandes cantidades de antioxidantes. Por otra parte, la investigación ha demostrado que la disfunción cognitiva, la demencia vascular causada por pequeños derrames cerebrales y la enfermedad de Alzheimer están relacionadas con los alimentos que ingerimos. Los estudios sobre poblaciones humanas revelan que corremos un riesgo mayor de sufrir fracturas de cadera y osteoporosis cuando consumimos una dieta rica en alimentos animales. Las proteínas animales absorben el calcio de los huesos, creando un entorno ácido en la sangre. Disponemos ahora de una gama amplia y profunda de evidencias que nos demuestra que la dieta vegetariana y de alimentos integrales es lo mejor para nuestros riñones, huesos, ojos y cerebro.

Necesitamos más investigaciones y podemos hacerlas, pero ya es innegable que la dieta vegetariana y de alimentos integrales puede prevenir e incluso tratar una amplia variedad de enfermedades crónicas. Ya no se trata solamente de unas pocas personas que defienden este tipo de alimentación basándose en su propia experiencia o filosofía, o en un estudio científico ocasional que la respalda. En la actualidad existen cientos de estudios detallados, extensos y concienzudamente elaborados que apuntan en la misma dirección.

Y más aún, tengo esperanza en el futuro porque creo en nuestra capacidad de intercambiar información a lo largo y ancho del territorio nacional y también en el ámbito mundial. Hoy en día, una proporción mayor de la población mundial está alfabetizada; y una proporción mucho mayor de esa población se puede permitir el lujo de elegir los productos que desea consumir de una amplia variedad de alimentos que se pueden conseguir fácilmente. Ahora es posible disfrutar de una dieta vegetariana y de alimentos integrales variada, interesante, sabrosa y cómoda. Tengo esperanza porque las personas que habitan en ciudades pequeñas y en las regiones del país que antes estaban aisladas ahora pueden conocer rápidamente la información más vanguardista sobre la salud y ponerla en práctica.

Todo lo antedicho genera un ambiente que no tiene parangón, una atmósfera que exige un cambio. Contrariamente a lo que sucedía en 1982, cuando unos pocos colegas intentaron destruir la reputación de los científicos que habían sugerido que la dieta estaba directamente asociada al cáncer, ahora se acepta más la idea de que lo que comes puede determinar tu riesgo de padecer diversos tipos de cáncer. También he comprobado que la imagen pública del vegetarianismo ha dejado de ser considerada una práctica peligrosa para convertirse en una opción de vida sana a largo plazo. La popularidad de las dietas vegetarianas ha ido en aumento, y actualmente existe una enorme variedad y una mayor disponibilidad de alimentos vegetarianos.(14) Los restaurantes de todo el país ofrecen platos de comidas que no incluyen carne ni productos lácteos.(15) Los científicos están publicando más artículos sobre el vegetarianismo y destacando el potencial que tiene la dieta vegetariana para la salud.(16) Actualmente, más de ciento cincuenta años después de que mi tío tatarabuelo George escribiera libros sobre la dieta y la enfermedad, yo mismo estoy redactando uno sobre el mismo tema con la ayuda de mi hijo menor, Tom. El segundo apellido de Tom es McIlwain (la familia modificó la ortografía durante las dos últimas generaciones). Esto quiere decir que no solamente yo estoy escribiendo sobre las mismas ideas que Macilwain, sino que el coautor de este libro es un pariente que lleva su mismo apellido. La historia puede repetirse. No obstante, en esta ocasión, espero que en lugar de olvidar el mensaje y confinarlo a las estanterías de las bibliotecas, el mundo esté finalmente preparado para aceptarlo. Y una cosa más, creo que por fin el planeta está listo para cambiar. Hemos llegado a un punto de nuestra historia en el cual nuestros malos hábitos ya no se pueden tolerar más. Nosotros, como sociedad, estamos al borde de un gran precipicio: podemos caer en la enfermedad, la pobreza y la degradación, o encaminarnos hacia la salud, la longevidad y la abundancia. Y lo único que se necesita es tener la valentía de cambiar. ¿Cómo serán nuestros nietos dentro de cien años? Solo el tiempo lo dirá, pero espero que lo que estamos presenciando, así como también el futuro que tenemos por delante, sea beneficioso para todos.

Notas

1. Macilwain G. The General Nature and Treatment of Tumors. Londres, UK: John Churchill, 1845.
2. Williams H., The Ethics of Diet. A Catena of Authorities Deprecatory of the Practice of Flesh-Eating. Londres: E. Pitman, 1883.
3. U.S. Census Bureau. «U.S. Popclock Projection», marzo de 2004.
4. Centers for Disease Control. «Prevalence of adults with no known risk factors for coronary heart disease-
behavior al risk factor surveillance system, 1992», Morbidity and mortality weekly report 43, 4 de febrero de 1994: 61-63,69.
5. Kaufman D. W., Kelly J. P., Rosenberg L., et al. «Recent patterns of medication use in the ambulatory adult population of the United States: the Slone survey», J. Am. Med. Assoc. 287 (2002): 337-344.
6. Flegal K. M., Carroll M. D., Ogden C. L., et al. «Prevalence and trends in obesity among U.S. adults, 1999-2000», JAMA 288 (2002): 1723-1727.
7. American Heart Association. «High blood cholesterol and other lipids-statistics», marzo de 2004.
8. Wolz M., Cutler J., Roccella E. J., et al. «Statement from the National High Blood Pressure Education Program: prevalence of hypertension», Am.J. Hypertens. 13 (2000): 103-104.
9. Lucas J. W., Schiller J. S. y Benson V. «Summary health statistics for U.S. Adults: National Health Interview Survey, 2001», National Center for Health Statistics. Vital Health Stat. 10(218), 2004.
10. Robbins J. The Food Revolution. Berkeley, California: Conari Press, 2001.
11. Recomiendo fervientemente la lectura de The Food Revolution, de John Robbins, que detalla de manera convincente la conexión entre nuestra dieta y el medio ambiente.
12. World Health Organization, «The World Health Report 1997: Press Release. Human and social costs of chronic diseases will rise unless confronted now, WHO Director-General says», Geneva, Switzerland: World Health Organization, 1997.
13. Ornish, D., Brown, S. E., Scherwitz, L. W., Billings, J. H., Armstrong, W. T., Ports, T. A., Mclanahan, S. M., Kirkeeide, R. L., Brand, R. J. y Gould, K. L. «Can lifestyle changes reverse coronary heart disease?», Lancet, 336: 129-133, 1990. Esselstyn, C. B., Ellis, S. G., Medendorp, S. V. y Crowe, T. D. «A strategy to arrest and reverse coronary artery disease: a 5-year longitudinal study of a single physician’s practice», J. Family Practice, 41: 560-568, 1995.
14. Vegetarian Resource Group. «How Many Vegetarians Are There?», marzo de 2004.
15. Herman-Cohen V. «Vegan revolution», Ithaca journal (reprinted from LA Times), 11 de agosto de 2003: 12A.
16. Sabate J., Duk A. y Lee C. L. «Publication trends of vegetarian nutrition articles in biomedical literature, 1966-1995», Am. J. Clin. Nutr. 70 (Suppl) (1999): 6015-6075.


Extraído del libro: “El Estudio de China”
Autores: T.Colin Campbell y Thomas M. Campbell IIPágs. 463 a 473Edición: 2011Editorial Sirio, S.A.

Sobre los Autores: 


Durante más de cuarenta años, el Dr. T. Colin Campbellha estado en la vanguardia de la investigación sobre nutrición. Su legado, El Estudio de China, es la investigación más exhaustiva realizada hasta la fecha sobre salud y nutrición. El Dr. Campbell fue profesor de Bioquímica Nutricional en la Universidad de Cornell, habiendo publicado más de trescientos trabajos científicos. El Estudio de China es el resultado de veinte años de colaboración entre la Universidad de Cornell, la Universidad de Oxford y la Academia China de Medicina Preventiva.
Thomas M. Campbell se graduó en 1999 en la Universidad de Cornell. Su colaboración en este libro le hizo descubrir su verdadera vocación y actualmente está estudiando medicina en la Universidad de Buffalo. Además, es escritor, actor y deportista, disfrutando especialmente del fútbol, el esquí y las carreras de maratón.

Video Documental sobre El Estudio de China





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